Fragmentos de la Historia: la masacre de Srebrenica, la gran vergüenza de la ONU

Mujer camina en el memorial por Srebrenica, en Potočari (Bosnia y Herzegovina)

Cuando hablamos sobre grandes injusticias, de actos atroces llevados a cabo por soldados desposeídos por parte de sus oficiales de cualquier ápice de humanidad sobre la población civil de una región, nos suele venir a la cabeza imágenes de las grandes guerras de principio de siglo XX. Grabadas a fuego en nuestro inconsciente colectivo, resultan conocidas por todos las barbaries perpetradas por los nazis sobre la comunidad gitana, homosexuales, disidentes políticos y judíos durante el primer lustro de la década de los cuarenta. En solo treinta años (desde 1914 a 1945), Europa fue escenario de las mayores carnicerías que la historia había conocido, haciendo frente a lo horribilis de la guerra moderna con una cifra de en torno sesenta millones de muertes entre los dos conflictos.

Creímos que la persecución al distinto, la búsqueda sin sentido de una pureza racial promovida por movimientos ultranacionalistas y el odio hacia nuestros semejantes nunca llegaría a ocurrir de nuevo en la vieja Europa, que habíamos aprendido la más dura de las lecciones años atrás. Pero el once de julio se cumplen veinticinco años de la masacre de Srebrenica. Otra efeméride maldita.

Antes de entrar en materia, debemos hacer un análisis contextual de la Guerra de Bosnia (1992 - 1995) donde se fraguó, considerado por numerosas fuentes, el mayor genocidio en suelo europeo desde la segunda guerra mundial.

Con el declive del bloque soviético, la disolución de Yugoslavia empezaba a ser más un hecho que una conjetura. El surgimiento de numerosos movimientos nacionalistas y secesionistas a finales de la década de los ochenta dio la puntilla al más que fatigado partido comunista yugoslavo, el cual llevaba perdiendo fuelle y potencia ideológica desde años atrás. Yugoslavia estaba formada por numerosas etnias, las cuales profesaban credos distintos, de las cuales vamos a destacar tres que confluyeron en territorio bosnio apoyándonos en el siguiente mapa de Bosnia y Herzegovina de la época:


Composición étnica por municipio, Bosnia 1991 (Fuente, Wikipedia by Micki)

Croatas de Bosnia: de los que en torno un 90% eran cristianos católicos.

Serbios de Bosnia: de los que en torno un 93% eran cristianos ortodoxos.

Bosnios: De los que en torno un 91% eran musulmanes.

El equilibrio de poder en la región era sumamente frágil, más si cabe si tenemos en cuenta el hecho de que el resto de Yugoslavia se estaba desmembrando a pasos agigantados. Eslovenia y Croacia habían declarado su independencia unilateralmente meses antes del inicio de hostilidades en Bosnia, el veinticinco de junio de 1991. El parlamento bosnio no era capaz de aunar todos los sentimientos y pareceres bajo un liderazgo fuerte, con lo que la fragmentación hostil en bandos irreconciliables resultaba inevitable.

Con el abandono de territorio bosnio del Ejército Popular Yugoslavo, fuerzas armadas apátridas podríamos afirmar, proliferaron el alzamiento de contingentes beligerantes por cada etnia presente en el terreno. Los serbios se juntaron en torno a Ratko Mladic, el cual será el gran instigador de la masacre de Srebrenica, formando el Ejército de la República Srpska; los croatas en las denominadas Fuerzas Croatas de Defensa y la mayoría de los bosnios se organizaron en el Ejército de la República de Bosnia-Herzegovina.

El comienzo de las hostilidades entre los distintos bandos de la contienda iba pareja de un ansia de exterminio de la etnia a la que se confrontaba. El odio visceral que se manifestó en las ciudades, en las aldeas y en los terrenos que se conquistaban hacían más que incómoda la posición de neutralidad de la opinión pública internacional, lo que condujo a destacar a tropas de la ONU, las conocidas como "cascos azules", en territorio bosnio. Pero aún con la presencia de estos se mascaba la tragedia.


Srebrenica es una localidad situada al este de Bosnia, muy cerca de la frontera con la actual Serbia. En el año 1995, la ciudad llevaba siendo asediada por tropas serbias durante dos largos años, tiempo en el que el avance de las tropas serbias hizo que numerosos bosnios musulmanes marcharan rumbo Srebrenica, donde se encontraba una base de los cascos azules y que había sido denominada como "área segura" por la ONU el dieciséis de abril de 1993, creyendo que bajo su influencia lograrían protección o, en el mejor de los casos, un salvoconducto para salir del país.


La desmilitarización llevada a cabo por las tropas de la ONU en Srebrenica solo llegó a hacerse efectiva en las tropas bosnias, estando los serbios armados hasta los dientes y preparados para perpetrar el asalto final a la localidad, la cual conformaba un punto estratégico crucial para la causa serbia. Finalmente y bajo la resistencia exigua del batallón holandés de cascos azules (Dutchbat), Ratko Mladić entró en la ciudad victorioso el once de julio de 1995, en la que se encontraban unos 60.000 refugiados en una situación límite, donde el agua y los víveres escaseaban desde hacía meses.


Se congregaron en Potočari, localidad colindante con la ciudad de Srebrenica, a miles de bosnios musulmanes en condiciones deplorables y bajo un calor sofocante. Uno de los oficiales holandeses de los cascos azules define la situación de esta manera:


Estaban aterrados y se lanzaban contra los soldados, mis soldados, los soldados de la ONU, que intentaban calmarlos. Era una situación caótica.


Solo unos cientos de bosnios fueron capaces de escapar de esa gran ratonera, de los cuales muchos fueron abatidos mientras huían en los bosques cercanos por soldados serbios. Mientras, Mladić sentenciaba en una Srebrenica rendida ante una cámara de televisión:


Aquí estamos, el 11 de julio de 1995, en la Srebrenica serbia, justo antes de un gran día para Serbia. Entregamos esta ciudad a la nación serbia, recordando el levantamiento contra los turcos. Ha llegado el momento de vengarse de los musulmanes.

El día posterior, doce de julio de 1995, fueron separadas las mujeres y niños metiéndolos en buses dirección a territorio bosnio, mientras que los hombres fueron llevados a localizaciones cercanas al poblado, donde dieron inicio las ejecuciones sumarias, incendios de casas y violaciones por parte de las tropas serbias. Con la promesa de que sus maridos, hermanos y padres tomarían autobuses distintos, muchas mujeres bosnias accedieron al desalojo, sin ser conscientes que nunca más los volverían a ver.


El batallón holandés destinado en Srebrenica sería acusado, tiempo después, de pasividad ante los terribles acontecimientos que se estaban dando lugar en aquella localidad de Bosnia, lo  que en última instancia conllevó que el ejecutivo holandés dimitiera en su conjunto en el año 2002, como responsable último en un pequeño porcentaje de la masacre acaecida en Srebrenica.


Se calcula que unas 8.373 personas fueron ejecutadas durante los días posteriores a la entrada de los serbios en la ciudad, aunque el número exacto aumenta con la aparición de nuevas fosas comunes que siguen apareciendo en la actualidad. 


La masacre de Srebrenica aún se recuerda veintiséis años después con un asombro petrificante. ¿Cómo la vieja Europa, en su propio seno, fue testigo de nuevo de un genocidio étnico con una pasividad pasmosa? ¿No habíamos tenido suficiente con lo sucedido décadas atrás, hechos que juramos no volver a consentir?


El pueblo bosnio nunca olvidará lo ocurrido aquel fatídico julio de 1995. Ahora somos nosotros, el resto de pueblos europeos, los que debemos tener presentes tristes efemérides como la que hoy tratamos. 


Dejando sin cabida ni equidistancia discursos y movimientos políticos herederos, les guste o no, de la tragedia de Srebrenica.











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