Fragmentos de la Historia: huida de los españoles de Tenochtitlán. La noche triste de Hernán Cortés
Ilustración anónima, visión dramatizada de la Noche Triste |
Corría el 30 de Junio de 1520. Hernán Cortés, junto con sus huestes castellanas y aliados tlaxaltecas, se encontraban asediados desde hacía semanas en el palacio de Axayácatl, rodeados por méxicas sedientos de venganza. El edificio cercado se encontraba en mitad de Tenochtitlán, la actual Ciudad de México, y los víveres, agua y ánimo de la tropa se encontraban bajo mínimos, con lo que Cortés ideó un plan donde arriesgaría el todo por el todo. Esbozó un plan de huida bajo el cobijo de la noche de la gran ciudad azteca.
Pero os preguntareis ¿Cómo llegaron los españoles a esta situación límite? Mas cuando Cortés y sus hombres fueron recibidos pacíficamente meses atrás, el día 8 de Noviembre de 1519 para ser exactos. Aunque es justo decir que los aztecas, con Moctezuma al frente, siempre desconfiaron de las intenciones de los extranjeros; aquellos hombres venidos de tierras lejanas con armas mágicas y bestias de cuatro patas a las que montaban. Al fin y al cabo no querían perder su posición de preponderancia sobre el resto de poblaciones del actual valle de México y alrededores, los cuales pagaban altísimos tributos a la capital azteca. Tanto en víveres como en vidas humanas para sus rituales religiosos.
Esto último provocó descontento, e incluso odio visceral, de los pueblos vecinos hacia los aztecas. Cortés se dio cuenta de todo este contexto y, como llevó a cabo Julio César siglos atrás, tejería una compleja red de alianzas con clanes deseosos de derrocar a Moctezuma. Divide et vinces.
Con varias victorias de Cortés y sus aliados indígenas, entre las que cabe destacar la denominada matanza de Cholula en Octubre de 1519, cada día que pasaba se encontraban más cerca de la capital azteca. Una vez llegaron, Moctezuma y la corte méxica los recibieron con honores, creyendo que eran enviados del dios Quetzalcóatl - la Serpiente Emplumada -. Hospedados en la capital, Cortés y sus hombres quedaron fascinados de la ciudad que les acogía. Enormes templos se erigían sobre la mayor plaza que vieron ojos occidentales. Se decía que la plaza central de Tenochtitlán era el doble de grande que la de Salamanca, considerada la de mayor dimensión de la cristiandad. Dejo al lector una recreación en forma de dibujo del centro de la capital mexica:
Pero al poco llegaron noticias de la costa. Pánfilo Narváez desembarca en Veracruz con diecinueve navíos pertrechado de hombres y armas con un único objetivo: arrestar a Cortés por orden de Diego de Velázquez, gobernante de la isla de Cuba. En el pasado Cortés hiciera caso omiso de las órdenes de Velázquez de no adentrarse en los interiores del continente, ganándose así el rencor de este último.
Cortés decidió hacerle frente a Pánfilo y abandona Tenochtitlán, dejando a cargo de la ciudad a su lugarteniente Pedro de Alvarado, el cual era conocido entre los indígenas como Tonatiuh, que significaba "El Sol", debido a que era de una elevada estatura y rubio. Mientras Cortés se sobreponía y apresaba a Pánfilo de Narváez, añadiendo soldados de este último a sus propias huestes, la tragedia se cernía sobre la capital azteca.
Alvarado, en ausencia del propio Cortés, ordenó la denominada Matanza de Tóxcatl, también llamada del Templo Mayor, durante la celebración de una serie de festividades en la que se honraba a los dioses mexicas Tezcatlipoca y Huitzilopochtli. Hay diferentes versiones sobre el por qué de este suceso. Bernal Díaz del Castillo narra que Pedro de Alvarado fue informado de un complot de asesinato por parte de la nobleza azteca hacia su persona; sin embargo fuentes indígenas del misionero franciscano Bernardino de Sahagún nos indican que Alvarado fue preguntado por su permiso para la celebración de dicha festividad, y dando este su visto bueno aprovechó el momento para asestar un duro golpe a la sociedad de Tenochtitlán, masacrando a su clase dirigente y a numerosos civiles desarmados.
Sea como fuere, este suceso provocó una revuelta de los aztecas hacia la presencia castellana en la ciudad. A su vuelta, Cortés se encontró con una Tenochtitlán en pleno pie de guerra. Asegurándose como rehén a Moctezuma, el cual llevaba preso por los españoles tiempo atrás, las fuerzas castellanas y sus aliados tlaxcaletas se atrincheraron en el edificio donde llevaban hospedados desde su llegada, el antiguo palacio del padre de Moctezuma.
Ante la fiereza y el continuo asedio de las tropas mexicas, Cortés convence a Moctezuma para que llame a la calma a su pueblo saliendo a la azotea del edificio para así enunciar un discurso conciliador y anunciarles que debían dejar marchar de la ciudad a los castellanos. Mientras se dirigía a la multitud allí presente, la cual pensaba que su dirigente les había traicionado y se había unido a la causa de los extranjeros, Moctezuma recibió numerosas pedradas de sus súbditos, siendo una de ellas mortal acertándole en la cabeza. Así lo narra Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España:
"Y no hobieron bien acabado el razonamiento, cuando en aquella sazón tiran tanta piedra y vara que (...) se descuidaron un momento de le redolar de presto, y le dieron tres pedradas, una en la cabeza (...) cuando no nos catamos, vinieron a decir que era muerto."
Capítulo CXXVI
La muerte de Moctezuma hace llorar a Hernan Cortés y a todos sus capitanes. Bernal nos sigue contando que el aprecio que le profesaban era como el que se tiene a un padre. Lo que se sabía de sobra es que no habría vuelta atrás. Muerto el monarca, las posibilidades de salir de la ciudad de forma pacífica se habían esfumado. Pero Cortés no se rendiría, y con su conocida templanza vislumbró un plan que pudiese sacarles de aquel atolladero. Acordó con sus capitanes huir aprovechando la calma que la noche les proporcionaría, siendo la noche elegida la del 30 de Junio. Recordemos que Tenochtitlán se había erigido sobre el llamado lago Texcoco, conque la única manera de entrar o salir de la ciudad era recorriendo alguno de las pasarelas que comunicaban con tierra firme. En la siguiente imagen podéis apreciar una recreación de este complejo urbanismo:
¿El problema? Además de que debían marchar con extrema cautela y silencio mientras cargaban todo el oro y objetos valiosos que habían adquirido durante los últimos meses, los aztecas habían desmantelado los puentes que unían a la ciudad con la tierra circundante. Cortés ordenó recopilar toda la madera que pudiesen para utilizarla como pasarelas provisionales en su huida.
Llegado el crucial día, se dispusieron a llevar a cabo las órdenes de su capitán-general, y con la cautela debida y el oro cargado a sus cuestas, marcharon bajo la llovizna que la noche les deparó. Un total de entre mil doscientos españoles junto con varios miles de aliados tlaxcaletas comenzaron su escapada. Todo marchaba tal y como se planeó hasta que una anciana mexica, que había salido a recoger agua en un cántaro, avistó al contingente castellano dando la voz de alarma.
Al poco se pudo escuchar el retumbar del tambor de piel de serpiente del gran templo de Huitzilopochtli, viéndose todos los allí presentes rodeados de canoas mexicas repletas de guerreros deseosos de dar caza a los españoles y sus aliados. La lucha fue encarnizada. Los que no murieron por proyectiles lanzados desde las canoas mexicas, perecieron por ahogamiento. Dice la leyenda que los supervivientes en las filas españolas fueron los que decidieron deshacerse del oro y joyas que cargaban, ahogándose el resto en las profundidades del lago, siendo el tesoro de Moctezuma el que los apresó agua adentro.
Hernan Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Pedro de Alvarado entre otros sobrevivieron a la, denominada posteriormente, Noche Triste. Cortés había perdido en la huida al menos la mitad de su contingente de castellanos, en torno unos seiscientos cincuenta soldados, y a miles de aliados indígenas. Entre las bajas había numerosos prisioneros, con los que los aztecas llevaron a cabo sacrificios en honor a sus dioses por la aclamada victoria.
Con un 90% del tesoro de Moctezuma hundido bajo el lago Texcoco y diezmado su ejército, Cortés tomó rumbo dirección a territorio aliado Tlaxcala, en donde se reagruparía y haría frente al imperio azteca en la decisiva batalla de Otumba y el posterior asedio a Tenochtitlán.
Pero os preguntareis ¿Cómo llegaron los españoles a esta situación límite? Mas cuando Cortés y sus hombres fueron recibidos pacíficamente meses atrás, el día 8 de Noviembre de 1519 para ser exactos. Aunque es justo decir que los aztecas, con Moctezuma al frente, siempre desconfiaron de las intenciones de los extranjeros; aquellos hombres venidos de tierras lejanas con armas mágicas y bestias de cuatro patas a las que montaban. Al fin y al cabo no querían perder su posición de preponderancia sobre el resto de poblaciones del actual valle de México y alrededores, los cuales pagaban altísimos tributos a la capital azteca. Tanto en víveres como en vidas humanas para sus rituales religiosos.
Esto último provocó descontento, e incluso odio visceral, de los pueblos vecinos hacia los aztecas. Cortés se dio cuenta de todo este contexto y, como llevó a cabo Julio César siglos atrás, tejería una compleja red de alianzas con clanes deseosos de derrocar a Moctezuma. Divide et vinces.
Con varias victorias de Cortés y sus aliados indígenas, entre las que cabe destacar la denominada matanza de Cholula en Octubre de 1519, cada día que pasaba se encontraban más cerca de la capital azteca. Una vez llegaron, Moctezuma y la corte méxica los recibieron con honores, creyendo que eran enviados del dios Quetzalcóatl - la Serpiente Emplumada -. Hospedados en la capital, Cortés y sus hombres quedaron fascinados de la ciudad que les acogía. Enormes templos se erigían sobre la mayor plaza que vieron ojos occidentales. Se decía que la plaza central de Tenochtitlán era el doble de grande que la de Salamanca, considerada la de mayor dimensión de la cristiandad. Dejo al lector una recreación en forma de dibujo del centro de la capital mexica:
DEA PICTURE LIBRARY/DE AGOSTINI VIA GETTY IMAGES |
Pero al poco llegaron noticias de la costa. Pánfilo Narváez desembarca en Veracruz con diecinueve navíos pertrechado de hombres y armas con un único objetivo: arrestar a Cortés por orden de Diego de Velázquez, gobernante de la isla de Cuba. En el pasado Cortés hiciera caso omiso de las órdenes de Velázquez de no adentrarse en los interiores del continente, ganándose así el rencor de este último.
Cortés decidió hacerle frente a Pánfilo y abandona Tenochtitlán, dejando a cargo de la ciudad a su lugarteniente Pedro de Alvarado, el cual era conocido entre los indígenas como Tonatiuh, que significaba "El Sol", debido a que era de una elevada estatura y rubio. Mientras Cortés se sobreponía y apresaba a Pánfilo de Narváez, añadiendo soldados de este último a sus propias huestes, la tragedia se cernía sobre la capital azteca.
Alvarado, en ausencia del propio Cortés, ordenó la denominada Matanza de Tóxcatl, también llamada del Templo Mayor, durante la celebración de una serie de festividades en la que se honraba a los dioses mexicas Tezcatlipoca y Huitzilopochtli. Hay diferentes versiones sobre el por qué de este suceso. Bernal Díaz del Castillo narra que Pedro de Alvarado fue informado de un complot de asesinato por parte de la nobleza azteca hacia su persona; sin embargo fuentes indígenas del misionero franciscano Bernardino de Sahagún nos indican que Alvarado fue preguntado por su permiso para la celebración de dicha festividad, y dando este su visto bueno aprovechó el momento para asestar un duro golpe a la sociedad de Tenochtitlán, masacrando a su clase dirigente y a numerosos civiles desarmados.
Sea como fuere, este suceso provocó una revuelta de los aztecas hacia la presencia castellana en la ciudad. A su vuelta, Cortés se encontró con una Tenochtitlán en pleno pie de guerra. Asegurándose como rehén a Moctezuma, el cual llevaba preso por los españoles tiempo atrás, las fuerzas castellanas y sus aliados tlaxcaletas se atrincheraron en el edificio donde llevaban hospedados desde su llegada, el antiguo palacio del padre de Moctezuma.
Ante la fiereza y el continuo asedio de las tropas mexicas, Cortés convence a Moctezuma para que llame a la calma a su pueblo saliendo a la azotea del edificio para así enunciar un discurso conciliador y anunciarles que debían dejar marchar de la ciudad a los castellanos. Mientras se dirigía a la multitud allí presente, la cual pensaba que su dirigente les había traicionado y se había unido a la causa de los extranjeros, Moctezuma recibió numerosas pedradas de sus súbditos, siendo una de ellas mortal acertándole en la cabeza. Así lo narra Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España:
"Y no hobieron bien acabado el razonamiento, cuando en aquella sazón tiran tanta piedra y vara que (...) se descuidaron un momento de le redolar de presto, y le dieron tres pedradas, una en la cabeza (...) cuando no nos catamos, vinieron a decir que era muerto."
Capítulo CXXVI
La muerte de Moctezuma hace llorar a Hernan Cortés y a todos sus capitanes. Bernal nos sigue contando que el aprecio que le profesaban era como el que se tiene a un padre. Lo que se sabía de sobra es que no habría vuelta atrás. Muerto el monarca, las posibilidades de salir de la ciudad de forma pacífica se habían esfumado. Pero Cortés no se rendiría, y con su conocida templanza vislumbró un plan que pudiese sacarles de aquel atolladero. Acordó con sus capitanes huir aprovechando la calma que la noche les proporcionaría, siendo la noche elegida la del 30 de Junio. Recordemos que Tenochtitlán se había erigido sobre el llamado lago Texcoco, conque la única manera de entrar o salir de la ciudad era recorriendo alguno de las pasarelas que comunicaban con tierra firme. En la siguiente imagen podéis apreciar una recreación de este complejo urbanismo:
Fuente: Academia Play |
¿El problema? Además de que debían marchar con extrema cautela y silencio mientras cargaban todo el oro y objetos valiosos que habían adquirido durante los últimos meses, los aztecas habían desmantelado los puentes que unían a la ciudad con la tierra circundante. Cortés ordenó recopilar toda la madera que pudiesen para utilizarla como pasarelas provisionales en su huida.
Llegado el crucial día, se dispusieron a llevar a cabo las órdenes de su capitán-general, y con la cautela debida y el oro cargado a sus cuestas, marcharon bajo la llovizna que la noche les deparó. Un total de entre mil doscientos españoles junto con varios miles de aliados tlaxcaletas comenzaron su escapada. Todo marchaba tal y como se planeó hasta que una anciana mexica, que había salido a recoger agua en un cántaro, avistó al contingente castellano dando la voz de alarma.
Al poco se pudo escuchar el retumbar del tambor de piel de serpiente del gran templo de Huitzilopochtli, viéndose todos los allí presentes rodeados de canoas mexicas repletas de guerreros deseosos de dar caza a los españoles y sus aliados. La lucha fue encarnizada. Los que no murieron por proyectiles lanzados desde las canoas mexicas, perecieron por ahogamiento. Dice la leyenda que los supervivientes en las filas españolas fueron los que decidieron deshacerse del oro y joyas que cargaban, ahogándose el resto en las profundidades del lago, siendo el tesoro de Moctezuma el que los apresó agua adentro.
Hernan Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Pedro de Alvarado entre otros sobrevivieron a la, denominada posteriormente, Noche Triste. Cortés había perdido en la huida al menos la mitad de su contingente de castellanos, en torno unos seiscientos cincuenta soldados, y a miles de aliados indígenas. Entre las bajas había numerosos prisioneros, con los que los aztecas llevaron a cabo sacrificios en honor a sus dioses por la aclamada victoria.
Con un 90% del tesoro de Moctezuma hundido bajo el lago Texcoco y diezmado su ejército, Cortés tomó rumbo dirección a territorio aliado Tlaxcala, en donde se reagruparía y haría frente al imperio azteca en la decisiva batalla de Otumba y el posterior asedio a Tenochtitlán.
Pero eso ya es otra historia.
Por último, y a modo de cierre del presente artículo, no puedo más que agradecer a mi hermano Daniel, experto en estas lides, la ayuda desinteresada y el asesoramiento que me ha brindado para la redacción de este artículo, el cual espero que haya sido del agrado del lector.
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