Fragmentos de la Historia: los últimos días de Hipatia de Alejandría

Hypatia por Alfred Seifert

Hipatia nació en la ciudad de Alejandría en torno al año 360 d.C. Hija de Teón de Alejandría, su padre fue un reputado matemático y filósofo de su época. Bajo sus enseñanzas, la joven se especializó en los estudios matemáticos y astrónomos, llegando a inventar sofisticados hidrómetros con los que medir el agua y otros líquidos y un avanzando astrolabio para la época, el uso del cual permitía ubicar nuestra posición en la Tierra a partir del estudio de las estrellas.

Teón, decidido a que su hija recibiera la mejor de las enseñanzas posibles, la envió en su juventud a las ciudades de Roma y Atenas donde se formó en las tesis de la escuela filosófica predominante de su tiempo, el neoplatonismo. A la vuelta de Hipatia a su Alejandría natal Teón fallece. Es el momento en el que la joven filósofa crea una escuela en su propia casa donde impartirá enseñanzas sobre las doctrinas de Platón y Aristóteles entre otros. A dicha escuela acudían alumnos de todas las partes del imperio romano atraídos por la fama de Hipatia. Entre sus discípulos había cristianos de toda orden religiosa y paganos, entre los que destacaban nombres como Sinesio de Cirene, quién posteriormente se convertiría en obispo de Ptolemaida, y Orestes, futuro prefecto imperial de la ciudad del delta del Nilo. Sinesio dejó numerosos escritos sobre la figura de su maestra, siendo una de las fuentes fundamentales para que conozcamos en la actualidad sobre su figura, destacándola como "la auténtica maestra de los misterios de la filosofía" y la saludaba en sus cartas como "madre, hermana y profesora, además de benefactora y todo cuanto sea honrado tanto de nombre como de hecho".

Pero a nuestra filósofa le tocó vivir una época particularmente convulsa. El emperador romano Teodosio I había instaurado el cristianismo como religión oficial del imperio tras la promulgación del Edicto de Tesalónica del año 380 d.C, siendo objeto de persecución cualquier otra doctrina religiosa que no se ajustara a la ortodoxia nicena. Con este contexto, numerosos ciudadanos e intelectuales en Alejandría se convirtieron a la fe cristiana para evitar posibles consecuencias. Entre estos últimos no se encontraba Hipatia, quién se negó en rotundo desoyendo los consejos de su alumno Orestes. A pesar de su paganismo, Hipatia siguió gozando del favor de las élites alejandrinas recién convertidas al cristianismo, siendo numerosamente consultada por ellas por asuntos públicos y en busca de consejo. En la Suda, principal enciclopedia bizantina de carácter histórico redactada en el siglo X d.C, se afirma que Hipatia fue la más preciada figura como consejera para las altas magistraturas de Alejandría. Cito textualmente:

"Vestida con el manto de los filósofos, abriéndose paso en medio de la ciudad, explicaba públicamente los escritos de Platón, o de Aristóteles, o de cualquier filósofo, a todos los que quisieran escuchar (...) Los magistrados solían consultarla en primer lugar para su administración de los asuntos de la ciudad..."

Con la llegada del nuevo dogma cristiano al imperio romano, en este se formaron diferentes patriarcados eclesiásticos que estuvieron en continua disputa por la hegemonía religiosa. Entre los más poderosos se encontraban el patriarcado de Roma, Constantinopla (importante aliado del trono imperial) y Alejandría. Véase en la siguiente imagen la división:





Fuente: Reflexiones de café, Cristianismo Post-apocalíptico parte II. Wordpress


Las revueltas contra los herejes no tardaron en dar comienzo. Con Teófilo a la cabeza, primer patriarca de Alejandría, se llevaron a cabo quemas de templos paganos y el saqueo a la biblioteca del Serapeo, heredera la ya extinta biblioteca de Alejandría. La puja por el poder en Alejandría se daba entre el poder eclesiástico, representado por el patriarca, y el poder imperial, representado por el prefecto. El delegado imperial era Orestes, antiguo alumno de Hipatia, el cual defendió a los colectivos de judíos y paganos de la ciudad ante el empuje de los cristianos, sin poder evitar la expulsión de los primeros de la ciudad en torno al 412 d.C.

Hipatia no gozaba de buena prensa para el patriarca Teófilo ya que competía con este en las influencias que podían ejercer sobre las magistraturas de la ciudad. Pero no fue hasta la muerte de Teófilo y el ascenso de Cirilo al patriarcado alejandrino que Hipatia empezara a temer por su vida.


Cirilo aumentó la presión y la violencia de sus seguidores en la ciudad, llegando a desobedecer en numerosas ocasiones las órdenes que emanaban de Constantinopla. Con una ciudad en plena ebullición, Orestes fue atacado por un grupo de feligreses de Cirilo, recibiendo una pedrada en la cabeza que lo dejaría gravemente herido. La protección que le proporcionaba el prefecto imperial se vería mermada por la salud de este. Con una turba deseosa de sangre hereje y fuera de control, Hipatia fue acusada de ser la causante de la enemistad entre Cirilo y Orestes.


No tardaron en dar caza a la famosa filósofa. Bajo una vorágine de violencia omnipresente en Alejandría, Hipatia fue atacada en plena cuaresma por un grupo de fanáticos liderados por un tal Pedro, asaltando estos a la filósofa en su carruaje personal camino a una de sus clases.


Hipatia fue golpeada hasta la saciedad y arrastrada por toda la ciudad, llevando a la ilustre pensadora al Cesáreo, majestuoso templo levantado en tiempos del emperador Augusto en conmemoración de la victoria sobre Marco Antonio, cuatrocientos años atrás, y que ahora era la catedral de Alejandría. Una vez allí, desnudaron a Hipatia y golpearon con piedras y tejas a la filósofa hasta darle muerte. Acabaron descuartizándola y exhibiendo, como si de un triunfo se tratara, los restos por toda la ciudad hasta que los incineraron.


Las repercusiones de la muerte de Hipatía, y la crueldad sin límites de su asesinato, corrió como la pólvora por el imperio romano. Cirilo se desmarcó en las responsabilidades del suceso, aunque historiadores de la época le señalan como el principal instigador contra la vida de Hipatia. Sea quien fuere, las obras escritas de la filósofa alejandrina fueron quemadas y ninguna de ellas llegaron a nuestro presente, todo lo que podemos conocer sobre su figura radica en comentarios y estudios de personajes posteriores.


Compartió junto con Sócrates un destino fatal, en el que los habitantes de su propia ciudad no supieron valorar el profundo calado de su pensamiento y terminó siendo foco de todo mal irracional.


Recordar a Hipatia se convierte en un acto de rebeldía en momentos en los que la razón brilla por su ausencia. En pasajes históricos manchados de sangre noble que no deben caer en el olvido.



Comentarios

  1. Aunque no cosechó buenas críticas, ni parece ser muy fidedigna, se puede dar una oportunidad a cómo se trata el espíritu de este personaje histórico en el largometraje "Ágora" de Alejandro Amenábar, interpretada por Rachel Weisz.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buena película! Aunque se toma ciertas licencias de rigor histórico, resulta recomendable como iniciación a la época.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares