Una reflexión libertaria sobre el Estado

El rapto de las Sabinas, de Nicolás Poussin, 1637 - 1638

Si echamos la vista al pasado y escudriñamos los entresijos de todo aquello que llamamos Poder, o lo que ejerce influencia sobre nosotros mismos y los que nos rodean, seguramente lleguemos a ciertas conclusiones que grosso modo resultan demasiado etéreas. Para poder traer al campo de lo palpable aquello que se resiste a ser entendido, creo que el mejor método es mediante un símil que nos permita arrojar luz sobre el tema en cuestión.

Como podéis observar, la imagen que abre el presente artículo narra un episodio mitológico sobre uno de los momentos clave de la fundación de la ciudad de Roma, el rapto de las Sabinas, magníficamente representado por el pintor español Francisco Pradilla. Roma de aquella no era más que una tribu de bandidos bajo el reinado del primero de sus reyes, su fundador Rómulo, el cual acabó asesinando a su propio hermano Remo para hacerse con el poder. Pero la tribu de los romanos tenía un problema sumamente importante: escasez de mujeres. Para dar remedio a esto, Rómulo organiza unas competiciones deportivas en honor al dios Neptuno en las que participaron distintas tribus de la zona, entre las que se encontraban los sabinos quienes trajeron consigo a la festividad a sus mujeres e hijos. En mitad de unas de las pruebas, los varones romanos se abalanzaron sobre las mujeres sabinas secuestrándolas para que fueran sus esposas, con el pretexto de que ellos formaban el pueblo designado por los dioses. Las sabinas no tuvieron otra opción que desposarse con los varones romanos y, con el paso de los años, evitaron una guerra entre sabinos y romanos. Eran conscientes que dicho enfrentamiento solo podría generar sufrimiento ya que en el caso de que ganaran los romanos perderían a sus padres y hermanos y, por el contrario, si salían victoriosos de la contienda los sabinos perderían a sus maridos e hijos.

He aquí el porqué creo que las sabinas conforman un ejemplo más que evidente para hablar sobre el papel del Estado y de su justificación. Según el sociólogo alemán Alexander Rüstow, en su libro Freedom and Domination, la creación de los primeros estados fueron fruto de lo que acuñó como superestratificación:

Un grupo de bandidos armados conquistan un territorio, donde se colocan por encima de los conquistados, es decir; se superestratifican; exigiendo tributos a estos últimos. Este proceso se vuelve más complejo y empieza a formar lo que entendemos como Estado, al buscar principios legitimadores, dibujar fronteras y establecer normas reguladoras que permitan mantener su status quo.

En esta metáfora con las sabinas podemos visibilizar como los romanos - grupo de bandidos, tal y como expone Rüstow - ejercen su poder coercitivo sobre la tribu de los sabinos raptando a sus mujeres, con lo que a a postre conllevaría la escasez de descendencia de los sabinos y la asimilación tácita de estos por los romanos, primero como esposas y después como hijos, nietos, etcétera, hasta la disolución de unos en los otros.

¿Realmente existe el Estado? Numerosos pensadores se hicieron la misma pregunta desde hace cientos de años. Personalmente, soy de los que opina que lo único existente en lo que creemos que es el Estado a día de hoy son las personas, los sujetos que lo conforman y sus respectivas instituciones, que representan el poder de estas mismas. Los Estados deben tener una justificación y un porqué para subsistir, ya que el poder amparado exclusivamente en la fuerza resulta extremadamente inestable. Antaño la divinización del Estado y sus gobernantes, los cuales eran designados por el mismísimo dedo de Dios, era el recurso indispensable para su justificación. 

Pero no creáis que esto ha variado. En absoluto. Resulta de suma importancia que entendamos, llegado a este punto, los cambios estructurales que se gestaron durante la revolución francesa de 1789, hecho histórico que podemos afirmar como semilla de los venideros estados modernos.

La toma de la Bastilla constituye el paradigma de la caída del Estado divino y da comienzo al proceso de gestación del Estado nación, el cual se reafirmaría durante las revoluciones de mediados del siglo XIX

El Estado francés cambió drásticamente. Lo que antes era un país donde convivían distintas lenguas - véase el bretón, occitano, gascón etc. - la junta revolucionaria promovió el uso y estudio del francés como lengua vertebradora de la nación. La universalización de la educación promocionó de forma exclusiva esta lengua. Las masivas levas para las numerosas guerras en las que Francia se aventuró en los años posteriores, que se llevaron a cabo sobre la población ciudadana - con la muerte del antiguo régimen dejaron se ser siervos y se convirtieron en ciudadanos -, serían impensables en tiempos anteriores. Los conflictos bélicos comenzarían a ser, de ahora en adelante, guerras de masas. Era común que durante conflictos anteriores a la revolución francesa, los pueblos que se encontraban en guerra siguieran teniendo contacto comercial dado que la guerra  tomaba lugar en el campo de batalla, donde un señor con su ejército se enfrentaba a otro. Esto ya no volvería a ser así, la guerra sería total de ahora en adelante. En estos tiempos empiezan a aparecer soflamas en la Francia revolucionaria de defensa de la patria ante el enemigo extranjero y ante el disidente interno, claro ejemplo de ello aparece en la propia Marsellesa, himno nacional de Francia:

Estrofa 1
Allons enfants de la Patrie,
Le jour de gloire est arrivé !
Contre nous de la tyrannie
L'étendard sanglant est levé (bis)

Entendez-vous dans les campagnes
Mugir ces féroces soldats ?
Ils viennent jusque dans vos bras
Égorger vos fils, vos compagnes !
Marchemos, hijos de la Patria,
¡ha llegado el día de gloria!
Contra nosotros, de la tiranía, el sangriento estandarte se alza. (bis)

¿Oís en los campos el bramido
de aquellos feroces soldados?
¡Vienen hasta vuestros mismos brazos
a degollar a vuestros hijos y esposas!
Estrofa 6
Amour sacré de la Patrie,
Conduis, soutiens nos bras vengeurs
Liberté, Liberté chérie,
Combats avec tes défenseurs ! (bis)

Sous nos drapeaux que la victoire
Accoure à tes mâles accents,
Que tes ennemis expirants
Voient ton triomphe et notre gloire !
¡Amor sagrado de la Patria,
conduce y sostén nuestros brazos vengadores!
¡Libertad, Libertad amada,
combate con tus defensores! (bis)

¡Que la victoria, a tus voces viriles,
acuda bajo nuestras banderas!
¡Que tus enemigos, al expirar,
vean tu triunfo y nuestra gloria!

Cientos de miles de ciudadanos fueron reclutados para las guerras venideras en pro de una nueva divinidad: el Estado. Este nuevo centro de poder resulta ser mucho más refinado que los anteriores: Crea la falsa sensación de pertenencia del individuo al mismo, de que este formar parte de un Todo. Este último llega a creer a veces que influye en las decisiones de sus gobernantes. Una sociedad es mucho más crítica con el poder que le regula cuando lo personifica no cuando lo abstrae; resulta más rebelde cuando es consciente de que su fuerza individual carece de importancia en el devenir del grupo. La falsa ilusión que genera el conocido por todos como contrato social es más que evidente. Ninguno de los lectores, entre los que me incluyo, ha cedido personal y de forma directa su soberanía. Nos es impuesta, queramos o no verlo, nos parezca mejor o nos parezca peor.

Esto pretende ser una crítica constructiva sobre el Estado. Está claro que la Revolución Francesa tiene grandes avances y aspectos positivos, los cuales creo que no tengo que citar porque son los que se estudian en la escuela con ahínco y determinación, para así dotar de cuerpo teórico al modelo de poder bajo el que nos encontramos.

A modo de conclusión,  me gustaría citar el párrafo con el que finaliza José Augusto Domínguez su artículo sobre la teoría de Estado de Miguel Anxo Bastos, en el cual sentencia:

(...)Así, la divinización del poder y la idea de contrato social vinculante son las vías principales para legitimar que haya que obedecer, pagar tributos y dar la vida por el Estado. Mediante esos elementos se va construyendo poco a poco la doctrina del poder político. El Estado moderno no se ve obligado siquiera a usar la fuerza bruta —aunque en última instancia por supuesto que la usaría, ningún Estado ha renunciado al monopolio de la violencia—, sino que le basta con crear una serie de doctrinas que se enseñan de manera forzosa en las escuelas públicas y privadas para que las personas acaten ese poder desde la infancia sin ningún tipo de cuestionamiento. Toda la legitimación se hace a través del currículum escolar: historia del Estado, lengua del Estado, ética del Estado, geografía del Estado y filosofía que justifica la existencia del Estado.

El ser humano se reconcilia consigo mismo y con el otro al desarrollar su individualidad, en el saber habitar el mundo. En otras palabras, en ser libre. 

Esa y solo esa, debe ser la premisa última de nuestra existencia.





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