Sobre discursos, coronas y república

La búsqueda de un monarca, revista satírica La Flaca. 10 de Julio de 1869

Estamos viviendo una de las peores crisis globales de los últimos tiempos. La propagación del virus CoVid-19 en Europa está creando un ambiente y contexto nunca visto desde la II guerra mundial, y se espera que realice lo mismo en América de aquí a unas semanas. España es, junto Italia, los países con más infectados del mundo en estos momentos, epicentros de la pandemia.

El presidente del gobierno ha dado un discurso el 21 de Marzo a todo el Estado poco esperanzador. Se espera que el número de contagios aumente exponencialmente los siguientes días y, con un discurso en el que se intentó calzar los zapatos del mejor de los estadistas, anunciaba que lo peor estaba por llegar. Podremos reflexionar en un futuro, cuando todo esto pase, sobre el papel desempeñado por el gobierno en la gestión de la crisis y depurar responsabilidades si por los hechos es debido. Algo que Pedro Sánchez, dentro de su ignorancia o coraje, aceptó estoicamente en el discurso del día de ayer.

Pero este artículo no trata sobre el gobierno, ni sobre la gestión del mismo en esta pandemia global. Me gustaría preguntar al lector o lectora lo siguiente. En crisis como la que vivimos hoy en día, ¿qué actuación espera del jefe del Estado?

En España quién desempeña la jefatura del Estado es Felipe VI, por todos conocido. ¿Qué ha hecho el monarca en estos momentos de crisis? Parece ser que el papel del rey en momentos de crisis es el de recitar un discurso de 7 minutos, vacío de contenido, de emoción y de importancia institucional. La verdad es que no se requiere gran cosa para desempeñar la jefatura de un estado, por lo que se puede apreciar. Con tal de tener cierto apellido en tu DNI y nacer con pocas nociones de hacer el ridículo, te conviertes en pleno candidato a Principe de Asturias.

El sistema monárquico, mire por donde se mire, carece de sentido propio desde hace mucho tiempo. Países en los cuales  su ordenamiento jurídico versa sobre la máxima de la igualdad de derechos y obligaciones de todos los individuos, encontramos la primera y más evidente incoherencia con la monarquía. Pero es más, resulta a lo menos sorprendente que en mitad de la crisis sanitaria más grande de las últimas décadas, en la cual los medios de comunicación se hayan volcados en la información sobre esta, aparezca la noticia de que el rey emérito, padre del actual monarca, recibió por parte de un estado extranjero 100 millones de euros por favores, los cuales no fueron declarados al fisco español.

¿Casualidad? ¿Momento propicio para limpiar el gallinero sin que la gente le dé la menor importancia? Estamos hablando de un enriquecimiento ilícito a raíz del "poder" otorgado a una familia que ya no gobierna en términos prácticos, pero que encabeza la jefatura de un estado por la simple y mera creencia que eran los designados por Dios para guiar al pueblo en su devenir. Pero tiene que haber algo más que explique por qué el Borbón sigue en la Zarzuela en pleno siglo XXI.

La figura del monarca a partir de la muerte del dictador Francisco Franco ha desempeñado un papel totalmente anacrónico. La figura del rey se ha convertido en la totalidad del Estado, en la unión de los distintos pueblos de España sobre una misma institución. Esta totalización sobre la monarquía sobra decir que fue impuesta, sin lugar a dudas, reviviendo la famosa frase atribuida a Luis XIV, un antiguo antepasado de Felipe: L´État, cést moi. El Estado soy yo.

Es triste decir que la monarquía española a día de hoy cumple esta función, en la que numerosos ciudadanos, con cierta nostalgia de súbditos, se sienten bajo la protección del Rey y su institución. El ser humano ha necesitado siempre ante quién doblegarse, ya que muchas personas no soportarían la inmensa carga que conlleva el desarrollo de su individualidad; con lo que deciden airadamente subyugarse a reyes, profetas o revolucionarios, en pos de una huida de su propia responsabilidad respecto a sus actos y omisiones. Diría Hegel en su obra La Fenomenología del espíritu o de la mente (1807) que El pueblo es aquella parte del Estado que no sabe lo que quiere”. Cuánta razón.

Con todo esto, quiero hacer hincapié en la utilidad y pragmatismo de la monarquía en nuestro país. Actualmente no somos una República por los hechos acontecidos entre 1931 y 1939, pero las causas de la caída de la tricolor*, sus problemas intrínsecos, disputas internas y violencia entre distintos bandos dentro y fuera del congreso de los diputados republicano, darían para otro artículo, el cual me comprometo a realizar en un futuro.


Aunque quien sabe, igual al término de esta grave crisis en la que estamos inmersos salimos más cohesionados y con un Borbón menos que alimentar.






*Se refiere en el texto a la bandera de la II República española. Se trata de una bandera tricolor horizontal compuesta por los colores rojoamarillo y morado, siendo la franja superior de color rojo, la central de color amarillo y la inferior de color morado.










Comentarios

  1. Hola.
    Más allá del sentido de la institución en nuestros días, la verdad que el discurso de nuestro monarca fue bastante tibio y me dejó totalmente indiferente. Me sorprendió tanto la falta de profundidad en su contenido como el anodino tono de su discurso. Esperaba más de alguien que debe estar a la altura en ocasiones como estas.
    Salud!

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    1. En efecto. Fue un discurso más propio de un ente extraterrestre que de un ser terrenal. Deben ser que las cosas de palacio van despacio.

      Gracias por la lectura y el comentario :)

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