Memento Mori, cap III - Si vis pacem para bellum



Numancia - 1881 - por Alejo Vera



Campo de Marte, afueras de Roma. Marzo, 135 A.C
- Esta última hornada de reclutas deja mucho que desear, Publio - dijo Cayo Lelio escupiendo acto seguido al suelo - no me puedo creer que sean los mejores hombres que las ciudades de Etruria nos han podido mandar.
- Mi querido Lelio - Contestó Publio de forma condescendiente - haces bien en no creértelo, porque no lo son. Las disputas de los últimos años con nuestros aliados itálicos se hacen notar en la calidad de soldados que suministran. Si por mi fuera les concedería la ciudadanía romana por dos ánforas de vino y un cazo de gachas.
La risa de Lelio estalló resonando en todo el campo de Marte, donde miles de reclutas entrenaban a las órdenes de sus oficiales.
- Tú siempre tan pragmático, querido amigo. Muchas veces la mejor solución a los problemas que nos acaecen es la más directa y sencilla. Como hace once años en Cartago, ¿Recuerdas? - Quiso rememorar Lelio.
- Como olvidarlo. - Después de un breve silencio recordó una cita de Homero que siempre le acompañó - Llegará también un día en que perecerá Troya, la santa.* - Contestó nostálgico Publio.
Publio Cornelio Escipión Emiliano rememoraba, como si fuera ayer, los últimos coletazos del enemigo por antonomasia de su patria. Aún resuenan en las paredes del Senado las palabras de su, ya difunto, admirado rival político Catón: 
Carthago delenda est *
Con la misma vehemencia con la que Catón pronunciaba esas palabras se llevó el asedio a Cartago. A sangre y fuego. Publio recordaba las numerosas dificultades y adversidades a las que él y sus experimentadas legiones tuvieron que enfrentarse. La falta de víveres, el calor extremo del norte de África, el arduo trabajo de la construcción de la maquinaria de asedio...
Semejaba haber sucedido hace tan poco que aún se veía a si mismo, enfrente de aquellas inexpugnables murallas, vociferando a sus lugartenientes las ordenes a llevar a cabo, siempre en primera línea de combate. No solo se trataba de la ciudad, sino también de las numerosas escaramuzas que sufrían de las hostiles aldeas cercanas a Cartago, las cuales tuvo que arrasar antes del asalto final.
El día en que decidió lanzarse contra las murallas de la capital púnica el sol apretaba menos que las últimas semanas. La ligera brisa que venía del Mediterráneo ayudaba a sus soldados para que no se asfixiaran con el calor reinante. Nunca se olvidará de la primera torre de asedio que toco muralla cartaginesa. 
La aparición en escena de Tiberio Sempronio Graco, su actual cuñado, siendo el primer romano en pisar piedra púnica fue vital para el devenir de la batalla. La cohorte que estaba a su mando, viendo tal coraje en su oficial al mando, luchó con una ferocidad sin parangón, abriendo una brecha en las imponentes fortificaciones de la ciudad africana que permitió al grueso de las legiones acceder al cordón amurallado pudiendo, tras una larga mañana de combates a muerte, abrir las puertas de la ciudad.
La violencia que se desató entre los antiguos e imponentes edificios de la que, hasta ese momento; era el mayor enclave comercial del Mediterráneo occidental, fue brutal. La directriz dada por el propio cónsul Publio Cornelio era clara y concisa. Reducir a cenizas y polvo Cartago. El poder de Roma nunca se pondría en entredicho en los siguientes siglos, aunque eso no lo llegaría a saber Publio a ciencia cierta.
El ruido de las gladios chocando entre ellas y los gritos de sus oficiales a los jóvenes reclutas trajeron de vuelta al presente a Publio. Debido a su edad era cada vez más proclive a divagar sobre hechos ya pasados que futuros.
- Polibio quiere verte - Dijo Lelio ajeno a los pensamientos de Publio, como era costumbre. - Me pareció que debe ser importante el asunto del que quiere hablar contigo. Te espera en la domus junto con tu esposa, Sempronia.
- Siempre con esa aura de misterio, tan típica de los escritores griegos. - Contestó Publio no sin cierta sorna. - No le haré esperar más entonces. ¿Puedes quedarte a cargo de estos reclutas? Procura que no se hagan mucho daño, no vaya ser que tengamos quejas desde el norte de sus preocupadas madres.
- Déjame a mi, estos chicos mañana serán más romanos que Luperca*. - Y con una sonrisa mutua se despidieron Publio y Cayo Lelio, amigos desde la infancia, al igual que sus gloriosos antepasados.
Publio Cornelio Escipión Africanus, abuelo adoptivo de Publio y Cayo Lelio, padre del primordial lugarteniente de Publio. Parecía que la historia se repetía pero con diferentes actores.
Publio se alejaba del campo de Marte a paso ligero, llegando a la muralla de Roma en escasos minutos y tomando la calzada del Quirinal dirección a su domus. Una vez dentro, Sempronia no tardó en aparecer con Polibio a su lado. El informal recibimiento del pater familias aquella tarde de marzo no resultaba ser buen indicio. 
- Esposo, al fin vuelves a casa. - El tono nervioso en la voz de Sempronia era creciente - Polibio debe hablarte sobre Hispania. Hay malas noticias.
- Habla pues, querido amigo. Te escucho.- Contestó Publio mientras se sentaba en el atrio de su imponente domus.
Cayo Hostilio Mancino y su ejercito ha sido incapaz de tomar Numancia, señor. Han sido repelidos numerosas veces.- Dijo Polibio con cierto desdén hacia el mencionado.
- No me resulta extraño, Mancino es un gran orador pero un incompetente en los asuntos de guerra. Ya fue advertido el Senado por parte de nuestra familia del error de asignarle Hispania Citerior.- Contestó Publio mientras le servían una copa de vino.
- Eso no es lo peor, mi señor. El ejercito de Mancino ha sido rodeado por las tribus aliadas de los numantinos por sorpresa y ha llegado a un pacto con los bárbaros. Ahora mismo está de camino a Roma para dar explicaciones sobre todo esto, dejando atrás a las tropas.
El silenció reinaba en el atrio de la domus de la familia Escipión, solo alterado por el continuo crepitar del agua de la fuente del jardín. La tez de Publio se tornó roja como la sangre.
- ¡Por Castor y Polux! Vergüenza es lo que siento de compartir patria con semejante cobarde. La devotio* es lo único que podría ahorrar la mancha al honor de su Gens y al resto de Roma. - Dijo de forma iracunda Publio. - No puedo quedarme de brazos cruzados. Se necesita a alguien que pueda acabar, de una vez por todas, con esos bárbaros y...
- Pero esposo. - Interrumpió Sempronia el discurso de su marido. - Ya has hecho suficiente por la grandeza de nuestra patria, deja que otros más jóvenes defiendan lo que sus mayores han construido.
Si vis pacem para bellum*,  querida esposa. Y no hay nadie en Roma que pueda asegurar la paz como Publio Cornelio Escipión Emiliano.
Y Sempronia vio marchar a su marido con Polibio hacia la biblioteca de la domus, con la intención de revisar antiguos mapas de Hispania de su abuelo adoptivo.
De nuevo y como solía ser ya tradición en su familia, los Escipiones iban a la guerra.

Glosario
- Según Polibio , Escipión Emiliano derramó lágrimas sobre las ruinas de Cartago, citando un verso de la Ilíada: Llegará también un día en que perecerá Troya , la santa.​ Luego explicó que esta frase, que hoy se aplicaba a Cartago, algún día podría ser aplicada a su patria, Roma.
Carthago delenda estCartago debe ser destruida. La frase se atribuye a Catón el Viejo  quien, según fuentes antiguas,​ la pronunciaba cada vez que finalizaba sus discursos en el Senado  durante los últimos años de las Guerras púnicas , alrededor del año 150 a. C.
Luperca: es el nombre de la loba que según la mitología romana  amamantó a Rómulo y Remo.
Devotio: era una forma extrema de votum (una ofrenda en cumplimiento de una promesa hecha anteriormente) por la que un general  romano hacía votos de sacrificar su propia vida para salvar a su ejército y su honra.
Si vis pacem, para bellum: si quieres la paz prepárate para la guerra.

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