Memento Mori, Cap. II - Dignitas, pietas y fides



Domus de la Gens SemproniaRoma, Febrero del 135 A.C
La luz de la luna invadía, como si de un torrente de agua se tratara, el atrio de la imponente domus de la familia Graco. El pater familias se disponía a ofrecer habas y vino a sus antepasados, los manes de la casa, para que estos protegieran a la familia de cualquier mal que les pudiera suceder. Tiberio Sempronio Graco llevaba muchos años, quince para ser exactos, llevando a cabo estos ritos. Siempre con su padre en mente. De mismo nombre, su padre fue un hombre importante en Roma. Cónsul, censor y tribuno de la plebe fueron los puestos que desarrolló durante su vida al servicio de la patria, siendo muy respetado tanto en el Senado como entre la plebe. Pero eran tiempos muy distintos. Cercanos pero a la vez tan lejanos... 
Los recuerdos de Tiberio sobre su padre no eran muchos. Murió cuando él tenía trece años y su hermano, Cayo, cuatro. No ayudó tampoco que durante gran parte de estos años su padre estuviera destinado en Hispania, territorio hostil y peligroso, pero donde cualquier hombre con ambición en Roma tenía que demostrar su valía y sacrificio en pos de la grandeza de la ciudad del Tíber. Prácticamente lo que conocían sobre su padre lo sabían por Cornelia, su madre. 
- Incienso - Inquirió Cornelia a su hijo Tiberio - Es hora de ahuyentar a los lemúres de nuestra casa.
- Si, madre. - Respondió Tiberio, dando término así al culto de los dioses lares, atrayendo las almas de sus gloriosos antepasados y ahuyentando las malignas mediante una danza hipnótica, en la que se unía el cuerpo del pater familias con el humo y aroma del incienso allí propagado. - dignitas, pietas y fides para la Gens Sempronia y sus allegados.
Blosio de Cumas observaba expectante el final de la ofrenda. No tardó mucho tiempo en hablar con su señor para recordarle la importancia de lo que tenía que contarle.
-Espérame en la antigua biblioteca de mi padre, querido Blosio. No tardaré en llegar.- Le había expresado Tiberio.
Se sentía muy orgulloso del hombre en el que se había convertido. Desde que Cornelia le pidiera que educara a su primogénito en artes, música, filosofía y retórica, Blosio se dio cuenta del enorme potencial del pequeño Tiberio. De mente ágil y dialéctica fluida, su papel como tutor del patricio resultó ser mucho más fácil y gratificante de lo que esperaba en un principio. Además, todos estos años viviendo en la Domus Sempronia le habían ayudado para cultivar su mente con numerosos textos griegos que guardaban, como un oro en paño, en la antigua biblioteca familiar. Cornelia siempre dice que, cualquier patricio romano que se preciara, debía tener almacenado toda Grecia cerca del atrio de su casa. Razón no le faltaba a la matriarca romana, pensó para sí.
Mientras Blosio echaba una ojeada al manuscrito Lisístrata de Aristófanes, llegó Tiberio acompañado de su hermano Cayo a la pequeña reunión de medianoche.
-Gran obra, ¿no te parece Blosio?- Preguntó Tiberio.
-Sin duda. Sigo pensando que es extraño que un texto antibelicista como este se encuentre en una domus romana, ¡y más que sea bien apreciado!
-Ya sabes que en esta casa tenemos a nuestra Lisístrata particular.- Añadió Cayo con una sonrisa dirigida hacia Blosio.
-Dejemos de ensalzar la figura de nuestra querida madre y vayamos al grano - Interrumpió Tiberio - ¿De que querías informarme, Blosio?
- Sicilia señor. Empezó a suceder lo que usted lleva advirtiendo durante los últimos años en el Senado y que tantas veces ha caído en saco roto. Llegó a mis oídos el levantamiento de, por ahora, varios centenares de esclavos en la isla.
-No creo que quisieras reunirte conmigo para comentarme lo que casi toda Roma conoce a día de hoy, Blosio - Contestó Tiberio de forma tajante - La legión acantonada en Sicilia los reprimirá rápidamente, dejando todo esto en una mera anécdota.
-Con su permiso, dudo que así sea - la voz de Blosio sonó especialmente segura - según un buen amigo mío, del que me fío hasta las últimas consecuencias, la situación en Sicilia es mucho peor de lo que nos imaginamos. 
-Por muy feo que te parezca que pinte Blosio, un grupo de esclavos, ya sea más numeroso o menos, nada puede hacer contra una legión romana. No veo el porqué de tu preocupación.
-Como usted sabe bien, no soy quién ni tengo el conocimiento militar necesario para poder opinar con firmeza sobre asuntos de guerra. Pero no es a donde quiero llegar, señor.
La mirada de los hermanos hacia su antiguo tutor y actual consejero se encontraba cargada de dudas y curiosidad.
-Habla pues, ¿a dónde quieres llegar?- Preguntó Cayo.
-Creo que es el momento para poner en marcha las reformas que Roma necesita. Dese cuenta, lleva exponiendo desde su vuelta de Hispania la necesidad del reparto del ages publicus de una manera justa y proporcional. La adquisición de las nuevas tierras por la clase senatorial nos está llevando a una desaparición del modo de ser y vivir romano. Lo notó usted mismo ante los muros de Numancia. - Le hizo recordar a Tiberio, sobre su última campaña militar.
-Si, lo recuerdo como si fuera ayer - respondió el pater familias de los Graco - la moral de la tropa romana era baja y la fidelidad de nuestros auxiliares celtíberos, endeble. ¿Qué se le puede pedir a un soldado romano si en el mejor de los escenarios, que es el que salga vivo de la contienda, vuelve a su tierra y se encuentra sin animales a los que alimentar y campos que cultivar? La vida civil se convierte en una escenario de subsistencia, muy cercano al contexto de ir perdiendo una guerra. - Sentenció Tiberio.
-Y se está perdiendo, señor - Añadió Blosio - Roma se encuentra en un momento de expansión militar espléndido pero, ¿es que nadie ve en esta urbe que todo se está yendo de las manos? Se debe actuar. Roma para los romanos.
-¡Roma para los romanos!- Respondió al unísono el joven Cayo.
-Es hora de poner primero la palabra y enterrar la gladio, señor. - Se reafirmó Blosio en su opinión.
-No te engañes, querido Blosio. Tus palabras vienen cargados con sabiduría y reflexión y siempre las tendré en cuenta - Dijo Tiberio magnánimamente - Pero en Roma siempre será más convincente una gladio que mil discursos en el foro.
El silencio que reinó en la estancia de la Domus Sempronia se unió con el crepitar de la leña en la hoguera. 
-Hermano, que me traigan pluma, tinta y vino.- Expresó Tiberio - va a ser la primera de muchas noches en vela. Roma lo necesita.
Y con la marcha apresurada de Cayo para dar aviso de los deseos de su hermano, quedaron en silencio, el filósofo y el patricio, ordenando en sus cabezas las palabras necesarias para que Roma pudiera resurgir de su cercana muerte por éxito. Y contabilizando gladios, muchas gladios.

Glosario

Manes: almas de los antepasados muertos de la familia a los que se rendía culto y respeto en la antigua Roma.
Lemúres Larvae: en la mitología romana eran los espectros o espíritus de la muerte; eran la versión maligna de los lares.
Gens: conjunto de familias en la antigua Roma que descendían de un antepasado común y llevaban el mismo nombre.
Ager Publicus: es el término latino para referirse a la tierra pública en la Antigua Roma. Normalmente, era adquirida por medio de la confiscación a los enemigos de Roma.

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