Memento Mori, Cap. I - El último espectáculo



Hacienda de Damófilo, a las afueras de MorgantinaSicilia, Enero  135 A.C
- ¡Qué traigan más cerdo especiado y vino, por Hércules, más vino!- Vociferó Damófilo en mitad del festín a las esclavas de cocina, entre las que se encontraba Adama, la cual sentía un terror atroz por su amo.- Y rápido, como si fuerais hijas del mismísimo Mercurio.- Provocando así una gran risa multitudinaria de los aristócratas y terratenientes allí reunidos.
Viendo el espectáculo desde una oscura esquina se encontraba Eunoo, esperando a cualquier gesto de su amo Damófilo para entrar en escena. Recordaba tiempos pasados, en su lejana y querida Apamea en Siria, donde con su madre y cinco hermanos había crecido felizmente, aunque sufrieran penurias de vez en cuando. Pero nada comparable a lo que estaba pasando durante los últimos seis años, dos meses y veintidós días, desde que fuera secuestrado por piratas ilirios y vendido al mejor postor al otro lado del Mediterráneo. Tan lejos de casa...
Pero, dentro de lo que cabe, no podía quejarse demasiado. Damófilo le tenía en alta estima por sus dotes mágicas y teatrales. En su infancia aprendió varios trucos de distintos mercaderes que se hospedaban en su pequeño lugar de origen. Entre ellos, el truco estrella era escupir fuego por la boca. Muchas veces Eunoo pensaba para sí que, si no hubiera aprendido en su momento esa habilidad, su presente sería, si cabe, mucho más arduo y difícil.
Durante los últimos seis meses se le aparecía en sueños la diosa Atargatis, de la cual siempre fue fiel devoto al igual que su madre, mostrándole lo que él pensaba que eran designios de un futuro cercano, llegando  a ser muy recurrentes:
La imagen de una gran ciudad amurallada ardiendo y bajo asedio, su rostro en una moneda y un inmenso ejército sin estandarte. 
Estos sueños le habían envalentonado y, creyéndose un adalid de la propia Atargatis, empezó a divulgar y teorizar sobre una cercana emancipación de todos sus compañeros y compañeras en aquella hacienda y en las circundantes. Su modus operandi se basaba en infiltrarse, durante la noche, en las cuadras donde descansaban los esclavos juntos los animales y, mediante su retórica carismática, convencer a sus semejantes de que tenían el beneplácito de las divinidades para llevar a cabo su pequeña revolución.
El discurso estaba calando poco a poco, pero funcionaba. Eso era lo importante. Incluso añadió a su espectáculo una parte en la que se hacía pasar por augur y desentrañaba supuestas señales que los dioses romanos podían enviarle. Parte con la que Damófilo solía disfrutar como un niño pequeño.
- ¿Donde está ese maldito sirio? Que lo arrastren hasta aquí, ¡ahora! - gritó Damófilo interrupiendo los pensamientos de Eunoo de súpeto .- Que empiece el espectáculo.- Sentenció después de un largo trago a su copa de vino.
Eunoo se dispuso en mitad de aquel amplio atrio, como las últimas noches, para realizar su número. Pero el de hoy sería distinto a los anteriores, lo tenía todo planeado. Empezó con varios movimientos típicos de danzas sirias, tan exóticas y extrañas en Roma, seguido de varias piruetas y movimientos casi imposibles que solo era capaz de hacer debido a su gran forma física. Damófilo lo miraba, como de costumbre, con deseo. Eso le gustaba, captaba su atención.
Siguió con el escupe fuego, asombrando a todos los allí reunidos y, por último, con su pequeña pieza teatral de augur. Después de realizar varias deducciones graciosas e inverosímiles, llegó su momento. Donde todo se decidiría. Parece que la diosa Atargatis estaba con él ya que, justo en ese intre, sobrevoló el atrio de la casa una bandada de golondrinas dirección este, reafirmando así su predicción.
- ¡Oh Júpiter! Tú que otorgas el don de la clarividencia, auguro que, como el día cae y la noche llega, el esclavo Eunoo dejará de ser siervo y se convertirá, por tus designios, en rey.- Sentenció Eunoo.
Las caras de perplejidad y asombro de los aristócratas allí reunidos le provocaron una gran satisfacción. Al poco tiempo Damófilo estalló en una carcajada que se pudo escuchar en toda la Domus, contagiando así a los demás presentes.
- Pero qué soberbio se ha vuelto este hijo de mil perras.- Dijo Damófilo con sorna.- Aunque sigas haciéndome reír, hay predicciones que no puedo permitir, sirio. - Esta última palabra la pronunció con especial desdén. - ¡Guardias! Lleváoslo y azotarlo cincuenta veces, eso le hará recapacitar sobre su último numerito.
Y mientras los guardias le agarraban y se lo llevaban a rastras para suministrarle el castigo encomendado, Eunoo viró su mirada hacia la cocina viendo así a Adama correr hacia fuera, dirección las cuadras. Todo empezaba esa noche, no había vuelta atrás. Acabaría muerto o, por el contrario, sería él, Eunoo de Apamea, quién riera con su última y definitiva actuación.

Glosario

Augur: En la antigua Roma, sacerdote que practicaba oficialmente la adivinación mediante el análisis e interpretación del canto, el vuelo y el comportamiento alimentario de las aves. 

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