Eros y Tánatos, un acercamiento estético

Tánatos, obra del artista Mauricio García Vega

Para quienes me conozcan, sabrán de mi predilección hacia los relatos mitológicos que se dieron lugar en la antigua Grecia. Sobra decir que su contenido sigue vigente a día de hoy, pero solo en su ámbito estético, apartando cualquier tipo de pretensión analítica y de explicación de la realidad que pudieron tener siglos atrás.


Y esto es fundamental, el paso del mito al logos resultó ser un antes y un después en el estudio del conocimiento humano, abriendo un abanico de posibilidades, y dificultades, hasta nunca vistas. 

Pero hoy no vengo a hablar de eso. Quiero recalcar y realizar una pequeña aportación a la importancia estética, aún muy presente en nuestro tiempo, que sigue gozando de una vigencia excepcional en el discurso tanto poético como científico. 

Eros y Tánatos, dos conceptos que a priori resultan antagónicos y sobre los cuales otorgamos calificativos y pareceres totalmente opuestos. Eros, dios del amor e hijo de Afrodita, encarna la viveza y vitalidad del ser humano frente a Tánatos, ente de la muerte sin violencia y la no-presencia, acompañado siempre de su hermano gemelo Hipnos, que personificaba el sueño. Es curioso como uno no podía hacer acto de presencia sin el otro.

Durante mucho tiempo, los seres humanos guiaron sus preguntas y respuestas en torno a estos dos contrapuestos: Eros-Tánatos. ¿Y si estuvieron equivocados desde el principio?


Me parece de gran acierto citar al lector un extracto del poema Selige Sehnsucht (Feliz Anhelo), de Goethe, que dice así:

Quiero alabar lo Viviente
Que aspira a morir en la llama
En la frescura de las noches de amor.

(...)Acudes fascinada volando,
Amante de la luz, al fin,
Y quedas allí, oh mariposa aniquilada...


Y porque no has comprendido

Que mueres y continúas!

No eres más que un huésped oscuro

Sobre la tierra tenebrosa.

La unión y no el alejamiento de la vida con y para la muerte resulta trascendental, y el gran tema para el poeta de poetas de la lengua alemana. Goethe no concibe una vida sin muerte, y viceversa. El ser humano es el único ser consciente de su muerte y, por ende, de su vida. Esto se manifiesta en una angustia inexorable y perenne que otorga, sin vacilación, un sentido a la vida misma.

Podríamos llegar a la conclusión, de una manera poética, que el gran fin de la existencia finita del ser humano resulta de crear, realizar y nombrar cosas e ideas; salvándolas de su caducidad y temporalidad, otorgando un grado de eternidad de la que él mismo nunca podrá gozar.

El poeta se convierte en mensajero, en profeta de Eros y Tánatos. Un mero adalid en pos de la búsqueda del Alétheia*.

En una segunda parte de este artículo trataré la visión del Eros y Tánatos en el ámbito psicoanalítico, centrándome en la figura de Sigmund Freud, el cual realizó una ambiciosa teoría valiéndose de estos dos términos y conceptos.



Alétheia*es el concepto filosófico que se refiere a la sinceridad de los hechos y la realidad. Literalmente la palabra significa 'aquello que no está oculto, aquello que es evidente', lo que 'es verdadero'.




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