Fragmentos de la Gran Pantalla: París, Texas

 

Nastassja Kinski en París, Texas (1984)

Un hombre aparece deambulando por un vasto desierto del estado de Texas, con aspecto catatónico y totalmente desorientado, dando la sensación de llevar caminando sin cesar durante días o incluso semanas. Debido a la fatiga, deshidratación y altas temperaturas del inclemente paisaje, el hombre acaba desfalleciendo al poco tiempo. Así da comienzo París, Texas, película dirigida por el alemán Wim Wenders, que nos presenta a Travis (Harry Dean Stanton) como personaje principal caminando sin rumbo por parajes más propios de un western de Sergio Leone que de una película con cuño alemán. Travis es recogido por un médico local que al reanimarlo le pregunta quién es y qué hace por esos lares, pero pronto se dará cuenta que Travis está completamente mudo y absorto en sus pensamientos, como si de una víctima de estrés postraumático se tratara. Rebuscando en sus bolsillos, el médico encuentra el nombre y número de teléfono de Walter (Dean Stockwell), el hermano que vive en Los Ángeles con su esposa Anne (Aurore Clément) y el hijo pequeño de Travis, Hunter (Hunter Carson).

Travis deambulando sin destino fijo

Con la llegada de Walter a Texas, conocemos que el paradero de Travis durante los últimos cuatro años es totalmente desconocido, incluso por el propio Travis que sigue sin mediar palabra alguna, ni siquiera con su recién llegado hermano. Walter, de camino de vuelta en coche a Los Ángeles, le pregunta a Travis sobre su mujer Jane (Nastassja Kinski), provocando en este el más absoluto silencio al que ya le tenía acostumbrado durante su viaje. Solo con la llegada a casa de su hermano, donde se reencontrará con su hijo cuidado por sus tíos durante su ausencia, comenzará su paulatina recuperación y empezará a recordar lo sucedido, provocando así una problemática reinserción en el núcleo familiar por lo que se dispondrá a ir en busca junto, con su hijo Hunter, de su esposa y madre del pequeño, Jane.

París, Texas es un viaje de redención de un padre, de un esposo, que en su triste e íntimo periplo tratará de juntar y recolocar las múltiples piezas en las que estalló su vida por errores cometidos en el pasado, a través de enormes páramos, moteles sucios y largas carreteras bajo la icónica banda sonora del bluesman Ry Cooder, captando de forma magistral la esencia de la vasta y árida América. Cabe hacer una mención especial a Robby Müller, director de fotografía del filme, quién logra que cada escena de la película sea un lienzo de Hopper en movimiento, otorgando ese grado de belleza existencialista a cada segundo de metraje del melodrama.

¿Y el motivo del título de la película? Parece difícil a priori imaginarnos que tenga algo que ver la ciudad francesa con el gigantesco estado de Texas pero, como Travis nos desvelará durante la historia, este se refiere a una pequeña parcela que compró en mitad de la nada, en la localidad de París, en Texas. Así le explica Travis a su hijo Hunter cuando este le muestra una fotografía del lugar:

Hunter: ¿Qué es eso?

Travis: Un terreno baldío. Un terreno que compré cuando estábamos todos juntos, con tu madre. Pensé que podríamos vivir allí algún día.   

Hunter: ¿Dónde?

Travis: Paris… Texas

La búsqueda de padre e hijo de Jane dará sus frutos y les llevará a la ciudad de Houston, donde Travis reconocerá a Jane dentro de un peep show, sin que ella lo reconozca a él. Y no porque no le recuerde, sino porque por el propio funcionamiento de este tipo de espectáculos en el que el espectador queda siempre en el anonimato. Para quién no conozca este tipo de shows, lo explico a continuación tal y como aparece en la película. Se tratan de distintas cabinas individuales en las que, a través de un espejo, el cliente observa un decorado, ya sea una habitación de hotel, una enfermería etc, espacio donde entra la actriz y entabla conversación con el cliente, el cual se comunica con la mujer a través de un teléfono conectado con los altavoces de la sala donde esta se encuentra. Este tipo de espectáculos suelen tener un alto contenido erótico, como el lector/a puede imaginarse, y fueron de de gran popularidad durante las décadas de los 70 y los 80 en los Estados Unidos.

Es en este tipo de club donde Travis logra encontrar a su mujer Jane, lugar que albergará una de las escenas más emotivas y crudas de la película. Un magistral plano secuencia de mas de quince minutos harán las delicias de todo amante al cine en el cual Jane reconocerá a Travis al otro lado del inerte espejo translúcido después de cuatro años. Añado un par de fragmentos del diálogo de esta magnífica escena, intentando así dejar con la miel en la boca al lector/a:

Travis: Él pensaba que si ella nunca tenía celos de él, era porque realmente a ella no le importaba. Los celos eran un signo de su amor por él, y luego en una noche, en una noche ella le dijo que estaba embarazada, tenía unos 3 o 4 meses de embarazo y él ni siquiera sabía, y de repente todo cambió. Él dejó de beber, consiguió un empleo estable, estaba convencido de que lo amaba, ahora que ella estaba esperando un hijo y de que iba a dedicarse a hacer un hogar para ella. Pero algo curioso empezó a suceder, él ni se dio cuenta al principio… ella empezó a cambiar (...).

Es durante el relato de los hechos que Travis le expone a Jane cuando esta se da cuenta de la identidad del hombre que se encuentra al otro lado, aunque no fuera capaz de verle, y es cuando empezamos a conocer el transcurso de los hechos que propiciaron el fatídico destino de la pareja. Seguiría Jane del siguiente modo:

Jane: Yo… yo solía darte largos discursos después que te fuiste. Yo solía hablar contigo todo el tiempo, a pesar de que estaba sola. Caminé durante meses, hablándote. Ahora no sé qué decir. Era más fácil cuando sólo te imaginaba. Incluso te imaginé hablándome de nuevo. Solíamos tener largas conversaciones, los dos solos. Era casi como si estuvieras allí. Podía escucharte, podía verte, olerte. (...) Tú sólo… desapareciste. Y ahora estoy trabajando aquí. Escucho tu voz todo el tiempo. Cada hombre tiene tu voz.

Llegados a este punto, el grado de dramatismo y calidad de interpretación de la pareja llega a cotas mayúsculas, mostrando al espectador un drama tan real como la vida misma, además de una reflexión profundísima sobre la condición humana y su irrefrenable deseo de libertad frente las ataduras que la vida ciñe, inevitablemente, sobre nuestra piel.

Fotograma con claras influencias del pintor estadounidense Hopper, con un uso cromático más que característico

Con todo lo expuesto hasta ahora, no puedo más que recomendar el visionado de esta joya del séptimo arte, tanto desde una perspectiva de contenido argumentativo como de calidad artística en su propia ejecución. Personalmente, no suelo colgar artículos de temática cinéfila con tan poca diferencia temporal entre uno y otro (la crítica de The Quiet Man fue publicada el 16 de Febrero, la cual recomiendo al lector/a que le eche un vistazo), pero no pude evitar abordar esta película por el shock que me produjo y la posterior admiración silenciosa una vez que los créditos finales anuncian el cierre del telón de esta ópera prima.

Un genuino viaje a los áridos y solitarios paisajes de Texas y a la mundana Los Ángeles, de la mano de unos actores en estado de gracia y una dirección soberbia, logrando arañar con delicadeza el alma del espectador al que se le presenta. disyuntivas morales sobre el concepto de la familia, el amor y la libertad.


Pros

Intensidad dramática plasmada en un lienzo en movimiento, con uno de los planos secuencia más bonitos que un humilde servidor recuerda.

Contras:

Su genuina extrañeza puede espantar a algún que otro espectador.

Nota personal --- 4,6/5

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